Thursday, July 12, 2007

¿Cuánto nos cuesta este delincuente?

Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
12-7-2007

¿Cuánto nos cuesta este delincuente?

¿Cuántas decenas de millones de dólares en viajes, papeleos,
traducciones, demandas de múltiple formato, viene costando al pueblo
peruano el cuasi fallido proceso de extradición del nipón cobarde
Alberto Kenya Fujimori? Sería de lo más interesante que este gobierno
informe el monto y que diga lo propio de lo gastado anteriormente. Que
los bufones de las organizaciones de nuevos gángsteres que armaron
tinglados triunfalistas y quedaron truculentamente desconcertados
ayer, usen los dólares que les llegan desde afuera, es un tema de
aquellos, pero el dinero del pueblo es sagrado y en este pestífero
tema es como emplear pólvora en gallinazo. ¿Cuánto nos cuesta este
delincuente?

Incapaz, por pusilánime, Alberto Kenya, de optar por el hara kiri que
lo haría un hombre de honor, hay que preguntarse, hoy más que nunca:
¿de qué vive y de dónde salieron los ingentes recursos de que hace
gala diariamente? ¿tantos militantes tiene la Yakuza para solventar a
su protegido? ¿a título o a cambio de qué? o ¿tiene alguna posibilidad
el japonés de retornar al solio presidencial? Preguntas obligatorias
porque en Perú todo es posible merced a la carencia de organizaciones
políticas de recia moral implacable y acción contundente y letal con
los crímenes sociales.

Kenya Fujimori representa no el perseguido que pretenden sus adláteres
y cómplices. ¡De ninguna manera! Este individuo constituye la
aberración natural de sociedades débiles que no han aprendido a
criticarse, a corregir errores y a fulminar con el desprecio de la
indiferencia y el odio más militante a sus inmorales, cacos y
delincuentes en la cosa pública. Se afirma que en todas partes hay
placas y demostraciones que recuerdan al nipón. Puede ser cierto. Pero
en esos mismos recodos hay la reminiscencia del dinero sucio, de la
zancadilla financiera, de la desnacionalización del Perú. Y la
sociedad delincuencial con el capitán traidor Vladimiro Montesinos es
el marchamo natural de dos almas gemelas que hicieron del país una
chacra en que hampones robaron a más no poder. Esos mismos dineros son
los que hoy procuran primeras planas, zalemas de todo calibre y
juicios benévolos. Hasta las piedras se compran en Perú.

La presidenta chilena Michelle Bachelet viaja en pocos meses al Japón
a concretar un tratado de libre comercio con esa potencia asiática.
Era impensable malograr ese menú funcional para los designios
geopolíticos del país del sur. No obstante que los precedentes tampoco
apuntaban a una extradición magnificada hasta niveles surreales por la
bufonería caviar que hizo de pitonisa, agorera, hasta el paroxismo más
ramplón. Chile nunca ha concedido la extradición de un ex jefe de
Estado. Con Inglaterra y el caso Pinochet, el tema fue así manejado y
aquel criminal murió en su patria, odiado, e incomprensiblemente
amado, también.

No sería extraño que de repente Kenya Fujimori gane un escaño en la
dieta nipona. Total es su país, le debe lealtad, la misma que no tiene
para con la nación que saqueó, él y sus compinches, muchos de los
cuales se han reciclado y tienen puestos públicos. Varios se cuidan
bastante del recuerdo vergonzoso que fue su sumisión cuando Kenya era
el todopoderoso mandamás frío y cínico en Palacio. Embajadores,
militares, escritorzuelos de quinta o sexta categoría, hoy en varios
medios, rindieron pleitesía pagada al monarca. Pero las vacas no se
acuerdan cuando fueron terneras pro domo sua. Tomar a lo serio –decía
Manuel González Prada- cosas del Perú.

Aquí en Perú no se dicen las cosas por su nombre. Se edulcoran los
términos y disfraza en toneladas de basura literaria cuanto manda la
indignación decir porque así debería ser el debate: directo y fuerte y
en voz alta. ¿Merecería siquiera Kenya Fujmori, la muerte piadosa que
se da a los caballos con enfermedad terminal, es decir, un tiro en la
nuca? Que hablen sus víctimas de La Cantuta y Barrios Altos; que lo
digan los desempleados por sus concesiones y privatizaciones; que se
lo espeten las nuevas juventudes huérfanas de patriotismo a quienes el
nipón convenció que había que regalar de a pocos el Perú. Para mí
siempre será un ser despreciable Alberto Kenya Fujimori. Aunque
modesta mi voz, gigantesca mi indignación por lo ocurrido. Amén.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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